Actuar no es solo un trabajo; es meterse en la piel de otros, vivir sus emociones y enfrentarse a historias que pueden remover por dentro. En este viaje, el bienestar mental puede tambalearse, porque la profesión exige mucho: interpretar personajes -con todo lo que eso conlleva-, lidiar con la presión y superar etapas de incertidumbre.
Desde la Unión de Actores y Actrices nos parece esencial establecer una conversación sobre la salud mental, porque cuidar la mente es tan importante como cuidar la voz o aprenderse el texto.
Como bien apuntaba
Víctor Clavijo en la entrevista que le hicimos para
Actores y Actrices Revista, “Tú le estás pidiendo al cuerpo que esté triste, que esté atravesando lugares oscuros, y él solo obedece a la cabeza. Pero al cabo de un rato, deja de saber si es verdad o mentira”. Y es que muchas veces la línea entre lo real y lo interpretado se difumina, dejando una huella emocional que cuesta soltar.
Patrick Criado nos contó cómo, rodando
Las noches de Tefía, el miedo se apoderó de él: “Tuve pánico, vértigo, casi ataques de ansiedad, miedo al propio personaje, a la crítica, a todo”. Se trata de un peso emocional con el que muchos compañeros y compañeras han tenido que lidiar en algún momento de sus carreras.
A esto hay que sumar la intermitencia del trabajo, las audiciones y el miedo a no estar a la altura.
Alba Planas sabe bien lo que es: “Me ponía malísima de la tripa y no podía dormir. Me enfrento a la presión yendo mucho al psicólogo: para mí es fundamental para cuando te domina el síndrome del impostor”.
Otras veces, el reto está en gestionar personajes complejos, como le pasó a
Laia Manzanares en
La Desconocida, una película que gira en torno al
grooming: “Me iba jodida a dormir cada noche al hotel. Con Manolo Solo, el humor fue la clave de supervivencia; había que soltar tensión porque si no, nos iban a salir bultos por todo el cuerpo de tanta incomodidad”.
Como forma de sostenerse, para
Carolina Yuste, el secreto está en compartir lo que duele: “Me alivia un montón compartir el dolor, porque no es solo mío”. Otros encuentran refugio en
hobbies, como Laia, -que se compró un ukelele como herramienta terapéutica-, o en la terapia profesional.
Desde la Unión de Actores y Actrices, seguimos contribuyendo para construir un sector donde todos podamos brillar, sin rompernos por dentro.