La cultura no se pesa en balanzas ni se mide en porcentajes. No es una mercancía más, y nunca debería tratarse como tal. Así lo ha recordado el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ante las recientes palabras de Donald Trump, que plantea imponer aranceles del 100% a las películas extranjeras en Estados Unidos. Una amenaza que, más allá de lo económico, lanza un mensaje inquietante: que el arte puede ser tratado como si fuera solo un producto más en una guerra comercial.

Desde la Unión de Actores y Actrices queremos recordar algo esencial: el cine, la cultura española y europea y quienes la hacen posible son memoria, emoción y futuro. Y en el corazón de esas historias están nuestros actores y actrices, poniendo cuerpo y voz a lo que somos.

En un mundo cada vez más conectado, el acceso libre y plural al cine y a las artes es más necesario que nunca. El cine español y europeo no deja de cruzar fronteras, no solo por su calidad narrativa o estética, sino por el talento de quienes lo interpretan. Es esa capacidad de emocionar, de conmover desde lo local a lo universal y de resonar en muchas personas, lo que nos hace imprescindibles.

Nuestros actores y actrices representan voces plurales y realidades compartidas. Además, el español, hablado por más de 500 millones de personas, es un puente cultural que permite que nuestras producciones resuenen en Latinoamérica, en Estados Unidos y en muchas otras partes del mundo. Poner barreras a eso no solo limita mercados: limita mundos, empobrece la diversidad y recorta el imaginario colectivo.

Por eso, apoyamos toda medida que proteja la cultura, que la entienda como un derecho y no como moneda de cambio. La cultura debe estar en el centro de las políticas públicas, porque ahí es donde late una sociedad que se respeta, se escucha y se reconoce a sí misma.

Desde la Unión, seguiremos defendiendo el trabajo interpretativo en todos los escenarios posibles. Queremos un mundo donde el talento viaje libre, donde nuestras voces sigan llegando lejos, y donde el cine no se detenga en ninguna frontera. Porque el arte no tiene pasaporte. Y el talento, tampoco.