Nació en Madrid, de ascendencia inglesa por parte de padre, pero creció y se educó en Lima, Perú, donde se doctoró en Filosofía y Letras y comenzó a trabajar en el teatro que amaba y estudiaba. Se traslada después a Roma y actúa en los teatros Pirandello y De Servi durante dos años. También en Italia debuta en el cine en 1961 con la película Francisco de Asís, de Michael Curtiz. De regreso a España, interviene en varias co-producciones como Campanadas a Medianoche (1965), de Orson Welles y también en cantidad de películas de películas rodadas en España en inglés, lengua que hablaba con excelencia al igual que otros idiomas además del castellano. También trabajó en cantidad de películas estrictamente españolas, a las órdenes, entre otros, de Juan Antonio Bardem (El último día de la guerra, 1969; El puente, 1976), Luis García Berlanga (La escopeta nacional, 1977) y Pedro Almodóvar (Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, 1980 o el corto Salomé). También en televisión intervino en series clásicas de TVE como La Barraca (1979), Verano azul (1981), Don Baldomero y su gente (1982) o (1986). En su carrera teatral, entre otras trabajó en Ivanov, de Chejov, dirigido por Jorge Eines, y en Del Rey Ordás y su infamia, escrita y dirigida por Fernando Fernán Gómez. Esta es la sucinta biografía profesional de un hombre de elegancia aristocrática, de un actor con aire atormentado que hacía tiempo que no trabajaba y que tal vez haya fallecido demasiado herido por la vida y la profesión. Alguien que trabajó sobre todo en España y en Italia y que de haber desarrollado su carrera en algún país anglosajón es muy posble que, con ese rostro ascético y romántico, cruelmente apuesto, hubiera podido interpretar a malvados aún más exquisitos que los que le tocaron en suerte. Tenía apostura de caballero y de villano legendario. Podía haber interpretado a “La Muerte Roja” y al “Príncipe Próspero”, criaturas de la imaginación de Edgar Allan Poe. Actor de culto del cine de terror, su muerte ha despertado en los foros de adictos al género una ola de condolencias que se han desparramado en la nada, puesto que Fernando era un planeta solitario, un electrón libre, el fin de raza del reino de Hilbeck. “Tachi”, como le llamaban sus íntimos, se ha llevado con la muerte sus más íntimos secretos, las flores carmesíes de su dolor y aquellos ojos siempre melancólicos que podían haber sido los de Caronte en la laguna Estigia, camino de un paraíso que otros llaman infierno. ¡Qué gran personaje ha perdido el cine, qué inspirador de los poetas!
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